En la evolución de la personalidad de todo ser humano, existe una fase más rebelde donde tendemos a ser desafiantes tanto en casa como en la escuela. Es una etapa que es normal pasar. El problema aparece cuando esa etapa se queda estancada en el carácter de la persona, y además de no finalizar nunca, se agrava. En ese caso quizás nos encontremos ante un caso de trastorno negativista desafiante. Suele comenzar a manifestarse en la niñez, y si no se identifica y trata adecuadamente, se arrastra durante la edad adulta con sus consiguientes problemas para llevar una vida normal, ya que puede derivar en un trastorno de la personalidad antisocial.
¿Cuáles son los síntomas del trastorno oposicionista desafiante?
La persona puede presentar:
- Dificultad para cumplir las órdenes.
- Rabietas constantes
- Falta de compromiso.
- Tendencia a sobrepasar límites, no suelen cumplir las normas.
- Culpan a los demás de sus actos.
- Hostilidad hacia las figuras de autoridad.
- Se expresa con insultos y palabras despectivas hacia los demás.
- Suelen ser muy susceptibles.
- Tienden a ser coléricos y resentidos
- Se ve deteriorada su actividad social, académica o laboral
- Suelen molestar deliberadamente a otras personas.
- Falta de concentración
- Ideas suicidas
Los chicos desarrollan con mayor probabilidad el trastorno oposicionista desafiante. Además, también se pueden presentar síntomas físicos como dolores de cabeza crónicos, tensión muscular, tensión arterial alta y lesiones derivadas de su actitud destructiva. Puede suceder también, que en vez de manifestar estos síntomas, tienda a una pasividad extrema mostrándose inactivo y desoyendo cualquier orden o consejo que se le ofrezca. La sintomatología acostumbran a manifestarla delante de personas de su entorno que conocen bien, ellos no consideran que padezcan ningún problema clínico o que sean especialmente desafiantes, simplemente piensan que están respondiendo o defendiéndose ante situaciones injustas que deben vivir. Normalmente nunca llegarán a sobrepasar el umbral de la agresión verbal, si llegasen a la física, estaríamos hablando ya de un trastorno disocial.
¿Por qué se desarrolla este trastorno?
La causa exacta no está de todo clara para los especialistas, pero se cree que pueda deberse a un componente genético o a un cierto desequilibrio químico en el cerebro, además de estos factores también existen otros externos que pueden empujar al individuo a desarrollar este trastorno. Factores externos como:
- Ser abandonados o sufrir maltratos de pequeños
- Padres que abusen del alcohol o drogas
- Falta de disciplina o atención por parte de los padres
- Convivencia con entornos violentos
- Inestabilidad grave familiar
- Padres o cuidadores con trastornos de conducta
¿Existe tratamiento para el trastorno oposicionista desafiante?
Por supuesto que sí. El tipo de tratamiento dependerá, tanto de las causas que han facilitado el desarrollo del trastorno oposicionista desafiante, como de la edad del afectado. Es cierto que, si existen factores externos que han facilitado el desarrollo del trastorno oposicionista desafiante, y estos no cesan aunque el individuo se trate, el proceso será más complicado pero no imposible. Las técnicas cognitivo- conductuales se presentan como las más adecuadas para enfrentarse a dicho trastorno. Se trata de enseñar al paciente a gestionar sus emociones y enfrentarse con eficacia a las situaciones difíciles que pueda llegar a vivir, además de motivarles, para que las utilicen en la vida real. Si la persona a tratar es un niño o un adolescente, es necesario incluir en la terapia a los padres y, digamos, entrenarles para saber afrontar mejor la situación y poder ayudar a su hijo sin desgastarse demasiado psicológicamente. Los padres deben adquirir el mayor número de recursos para saber enfrentarse a la actitud negativa del niño, y a la vez, reforzar adecuadamente las conductas positivas. Por supuesto se recomienda mejorar la vinculación afectiva con los hijos.
¿Cómo se puede mejorar la vinculación afectiva entre padres e hijos?
Muchos padres consideran que cuanto más tiempo pasen con los pequeños más unión existirá entre ellos. No es necesariamente así. Se trata de calidad más que cantidad. En ocasiones las familias pasan mucho tiempo juntos sin apenas hablar, prácticamente no se relacionan entre ellos, esto a la larga es incluso más perjudicial que un padre ausente. Crear una buena comunicación es básico, los hijos deben sentir que siempre pueden hablara con sus padres, y para ello es necesario no hacerles sentir que sus comentarios son insignificantes cuando son pequeños. Crearles seguridad a la hora de comunicarse les dará la certeza de que pueden contar con sus padres cuando así lo estimen. Es aconsejable que exista libertad, y un ambiente relajado, para hablar de emociones. En muchos hogares se evitan este tipo de conversaciones, el hablar de sentimientos se convierte en algo tabú que se evita a toda costa. Incluso se reprende al niño por expresarse sin explicación alguna o porque llora si simplemente está triste. Si dejamos de hablar de emociones cortamos todo camino hacia el entendimiento entre padres e hijos, además de crear un adulto emocionalmente inestable con dificultades para comunicarse en sus relaciones futuras. De hecho los progenitores deberían desarrollar una empatía parental y estar atentos a las reacciones de sus hijos, saber interpretar sus emociones para ayudarles a entenderlas y canalizarlas mejor, sobre todo es importante no avergonzar nunca al niño porque llore o se enfade, siempre es mejor razonar con él cuando esté más calmado.
Nuestro carácter es el resultado de nuestra conducta.
(Aristóteles)