Estos días los medios de comunicación nos recuerdan que han comenzado las rebajas. Es probable que lo hagan en más de una ocasión puesto que de lo que se trata es de estimular el consumo. Ya podemos conseguir a un precio más reducido todos aquellos productos que necesitamos (o no). Muchas veces, uno va a las rebajas y acaba gastando mucho más dinero del que se habría gastado en una compra normal. Es cierto que quizás se lleva a casa muchos más productos pero la renta es la renta y casi siempre a la cuenta se le ha restado una mayor cantidad que la prevista. Las rebajas tienen también un componente social y lúdico: los amigos se reúnen para ir a las rebajas, comparan las ofertas y chollos encontrados, se asesoran mutuamente, pasan la tarde y entre prenda y prenda, en el ambiente proclive a las confidencias de los probadores se cuentan qué es de sus vidas. Lo de los probadores es en realidad una licencia porque si uno ha ido de rebajas sabe que mucha gente no tiene reparo alguno en contar lo más íntimo mientras ejerce de perchero humano.
La compra compulsiva llena un vacío en los adictos y suple una carencia
Al margen de los desajustes en la contabilidad propia o del hogar, las rebajas no suelen generar ningún problema en sí. Como en muchos otros fenómenos de la existencia, el problema se da en función de algunas personas. Para un adicto a las compras, las rebajas son una ocasión especial para esgrimir su tarjeta y destrozar su vida y la de los demás. Los personas con síndrome de compra compulsiva no contemplan las rebajas como un evento lúdico, una excusa para reunirse con amigos o algo que les permite el placer de encontrar lo que quieren (o lo que no pensaban que querían) más barato. Los adictos a las compras sienten la necesidad de comprar por comprar. El hecho de gastar y de adquirir bienes de un modo compulsivo llena en ellos un vacío, suple una carencia: esto es común a todas las adicciones. Esto no tiene nada que ver con el placer porque es como un vaso al que se le ha quitado el fondo pero que uno tiene necesidad de llenar constantemente. Si no se puede ejercer dominio sobre algo, no hay placer.
Por rigurosa lógica, las personas más propensas a padecer el síndrome de compra compulsiva son aquellas que disponen de más renta. Cuanto más dinero tiene uno más puede gastar y menos límites encuentra a su acción y a su adicción. Las mujeres son más proclives a sufrir este síndrome que los hombres. Así pues, las mujeres de clase media alta o alta, jóvenes y con mayores posibilidades económicas serían el prototipo de persona con síndrome de compra compulsiva, también conocido como oniomanía o shoppingmanía.
En la oniomanía o compra compulsiva se pueden identificar cuatro fases:
- Anticipación: se piensa de un modo constante, con excesiva preocupación, en qué se quiere comprar o en el propio acto de comprar en sí.
- Preparación: se toman decisiones sobre el día en que la compra va a hacerse, en qué tiendas, etc. llegando hasta a decidir qué tarjetas de crédito van a utilizarse y cómo va a vestirse para el ansiado acto de la compra.
- Compra propiamente dicha: las personas suelen describir este acto como algo muy excitante, que en ocasiones llega a convertirse en algo de naturaleza orgásmica.
- Gasto: tras el orgasmo digital que sobreviene al marcar en el datafono nuestro número secreto, viene el período refractario, expresado como decepción, desilusión y arrepentimiento.
Mujer de clase alta, joven y con posibilidades económicas es el prototipo de compradora compulsiva
¿De qué forma podemos saber si estamos padeciendo oniomanía o síndrome de compra compulsiva? Pese a que cada persona es no ya un mundo sino un universo, sí es cierto que tenemos patrones y características comunes que se repiten en ciertos fenómenos. Si no, no existiría la ciencia. La psicología, como ciencia que se encarga de estudiar el comportamiento humano, ha detectado que la mayoría de personas que no son capaces de refrenar sus impulsos de compra experimentan lo siguiente:
Síntomas de una persona compradora compulsiva
- Se sienten tristes, deprimidos o ansiosos y lo único que les calma es ir de compras.
- Adquiere cosas que casi nunca necesita y después se arrepiente de haberlas comprado.
- Compra de un modo precipitado, sin controlar sus impulsos.
- Su entorno familiar y amistades le han señalado en varias ocasiones que podría tener un problema de compra compulsiva.
- Ha comprado gran cantidad de cosas y ha gastado mucho dinero pero aún así se siente insatisfecha y cree que necesita comprar y gastar mucho más.
- Ve que el dinero desaparece rápidamente de su cuenta y se siente mal consigo misma por haber gastado el dinero de ese modo.
- No para hasta que consigue comprar aquello con lo que se ha obsesionado. Hasta que encuentra otro objetivo.
- Su tiempo de ocio lo dedica principalmente a visitar tiendas, centros comerciales, mirar escaparates, dejando de lado otras actividades.
- Realiza sus compras de un modo solitario porque sentiría vergüenza si los demás viesen la cantidad de cosas que compra, el dinero que gasta en ellas y que no necesita casi ninguna.
Como es evidente, estos síntomas pueden abarcar a un amplio espectro de personas. Si tras leerlos consideramos que podemos estar padeciendo oniomanía o síndrome de compra compulsiva o alguien al que apreciamos puede estar sufriendo este trastorno del comportamiento, es muy conveniente ponerse en contacto con un psicologo. La terapia más efectiva para tratar estos casos es la terapia cognitivo conductual, muchas veces combinada con un tratamiento farmacológico. Los antidepresivos IRSS (Inhibidores de la Recaptación Selectiva de Serotonina) son muy eficaces para limitar la compra compulsiva, aunque necesitan del apoyo fundamental de la terapia cognitivo conductual. Si considerando los síntomas expuestos llegamos a la conclusión de que hemos convertido el mero acto de comprar en algo que nos llena de desasosiego y de sufrimiento no deberíamos dudar en contar con la ayuda de un psicologo. La oniomanía tiene cura y un buen psicologo nos puede ayudar a que comprar vuelva a ser una actividad sin mayor trascendencia en nuestras vidas. También a que las rebajas no dejen de ser para nosotros lo que siempre han sido, algo divertido a lo que jugar y que nos hace creer por unas horas que hemos sido más listos que el mercado.
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